Hoy he vuelto con
más ganas de vivir, vengo con nuevos sueños y una nueva esperanza.
Siempre es
necesario tomar un descanso para encontrarse consigo mismo, y organizar todos
aquellos sentimientos encontrados. En ese descanso aprendí que la vida es perfectamente
incomprensible y que las cosas pasan por que tiene que pasar.
De suerte, pude
darme cuenta a tiempo de que estuve a centímetros de ser testigo de mi propio
suicidio pues quien vive sin esperanza, se ha dado muerte a sí mismo.
Entre los diálogos
de costumbre con Jesús, le cuestioné mi destino y solo me hizo saber que debo
vivir con aquello que ha de llamarse Esperanza, esa que nadie puede robarte, que es la última en
perderse. Asimismo me demostró que tan solo basta con que tener un poco de fe,
del tamaño de un grano de mostaza para que todo se nos haga menos caótico.
Y es entonces como
aquí estoy de nuevo, y esta vez con una
nueva Esperanza a quien he denominado; Mi prisma, esa descomposición insólita
de luz, desvelo, sangre, pasión y anhelo.
Mi esperanza anda
por la vida repartiendo cálidas sonrisas, luciendo los hoyuelos más dulces y
tiernos que mis ojos nunca antes habían visto y que con tan solo un par de sus
miradas, y suspiros, ha sido capaz de hacerme entrar en un paroxismo sentimental.
Por si fuese poco; esa
esperanza tan mía, inclina sus rodillas ante el Dios que tanto amo, y ante el
mismo Jesús protagonista de mis diálogos, ¡Vaya, que curioso!
Confieso que verle
sus manos sumergidas en una oración lo convierte en mi
sueño febril y despierto, es definitivamente imposible no imaginar mis dedos fusionados
a los suyos.
Y aunque mi prisma
me haga feliz solo a ratos, mi fe ya es más que un grano de mostaza y mi Esperanza está pulida con una espera paciente…