jueves, 19 de diciembre de 2013

Camuflaje


Así le llamo al disfraz que usamos  a veces para esconder nuestros sentimientos y quienes somos realmente, lo peor de todo es que lo hacemos por miedo y/o cobardía. Miedo a un cabio y cobardía para afrontarlo.

Mostramos ser una cosa totalmente diferente a la que somos, es una especie de escudo… escudo que nos puede hacer perder grandes milagros en nuestras vidas. 

Confieso que le temo a esta generación a la cual pertenezco, pues hemos llegado al límite de negarle  una sonrisa al rostro de nuestros seres queridos, al no expresarles los más sinceros sentimientos de amor  y afecto.

Llegan a nuestras vidas personas maravillosas que se cansan de estar allí y no recibir sentimientos recíprocos, entonces estas se marchan.  Vale destacar que las perdemos pura y simplemente por idiotas… ¡Siiiiiii!!!!! ¡Idiooooootas!!!!! Es así como realmente nos  deberían denominar, por dejar ir tales bendiciones.

Existen esos sujetos que aparentan  ser una cosa con el propósito de simpatizarle a los demás, me tomo el atrevimiento de decirles, que han perdido su esencia y adivinen ¿por qué?... ¡POR IDIOTAS!!!!

Sin duda, debemos ser transparentes sin miedo alguno, total… TIENEN que querernos  tal y como somos. Aunque a veces no se aparenta por simpatizar, sino por miedo, miedo al amor por ejemplo.

Nos escondemos tras un escudo por cobardía de darle la cara,  sin caer en cuenta de que… hagamos lo que hagamos de ese señor (amor) no nos salva nadie.

Me he topado con seres camuflajeados en palabras como: no ser  convenientes, no ser cariñosos, que no esperemos nada de ellos  y bla bla bla… Entonces, resultan ser la otra cara de la moneda, siendo así, magníficamente adorables ¡toda una confusión!

Quizás lo hagan por miedo a darse cuenta que los queremos como ellos no saben quererse,  también puede que lo hagan para no lastimarnos, ignorando que con esa actitud es como verdaderamente nos lastiman.

Ese escudo, ese camuflaje, termina rompiéndose, cuando nos aceptamos a nosotros mismos y reconocemos la maravillosa persona que está ahí, dispuesta a entregarnos toda su vida. entonces luchamos junto a ellas para formar un futuro maravilloso.

De nuestra parte solo queda decidir, no debemos apostar a perder.


Dios te bendiga.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Amar no es poseer, amar es apreciar


 
No se trata de amarlo mientras lo poseo, es amarlo mientras lo aprecio y admiro, aprecio su belleza y su fantástica esencia.

Es como cuando amas una flor y procedes a recogerla, esta morirá. Entonces, sí amas de verdad, debes dejarla ser quien es, simplemente apreciándola.

No es pretenderlo tuyo pues nadie posee a nadie, es tratarlo con cuidado como si fuese tuyo.

Es apreciar su esencia, porque  todos tenemos algo de maravilloso, sorprenderte y admirable, está de nuestra parte descubrir ese ¨algo¨ en la persona que apreciamos. Si nos gusta ese algo o simplemente lo aceptamos, luego de ello, podemos estar seguros que realmente amamos.

Después de descubrirlo, el secreto está en hacérselo saber con elogios y buenas atenciones, recuerda que si dejas de atender, se pierde el interés. 

Puede que pierdas lo que hoy  te ofrecen, lo triste no es perderlo, lo triste es perderlo por miedo a intentar cambiar tu vida y dejar que el milagro suceda. 

MILAGRO… Ese  que radica en dejar ser amado por quien tiene tantas intenciones de hacerlo,  ser el arquitecto de tu sonrisa y que su felicidad parta de apreciarte y admirarte día con día.

No trates de cambiar lo que pertenece a tu esencia, si han de amarte, deben hacerlo con la misma reciprocidad con la que amas a ese ser.

 
Una rosa es fantásticamente hermosa aunque posea espinas, si estas le son arrancadas, la misma deja de ser quien es realmente, pues ha perdido una de sus características.

Si no te aman siendo quien eres, entonces no te aman porque no te valoran, amate tú y espera a ese ser que si sepa la bella rosa que eres, que no pretenda poseerte, solo apreciarte.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Moral para exigir


Muchas veces hemos escuchado que nuestras acciones nos definen, que las mismas hablan por sí solas y bla, bla, bla!... Eso es correcto, para que los demás tengan una definición de notros no es necesario abrir la boca, basta con un par de acciones.

Como buenos humanos que somos, líderes en errar y campeones en justificar, criticamos a los demás sin siquiera mirarnos al espejo unos segundos.

A veces no somos los indicados para señalar o reclamar actitudes, pero sin embargo lo hacemos.

Día tras día no solo nos enfrentamos a nuestros comportamientos,  sino también a unos ajenos a nosotros. La diferencia entre ambos es que, los nuestros no los vemos mal o simplemente pasan por desapercibidos, mientras que a los ajenos le buscamos mil y un defectos.

No obstante, tenemos la gallardía de reclamarle a los otros acciones que también hemos realizados… ¡que bárbaro! 

A veces cometemos errores gracias a esas acciones, entonces por afecto y/o cariño queremos alertar a los otros para que no cometan el mismo error.

 Vale destacar que al hacer eso, cometemos nuevos errores como lo son: El creer a ciegas que los otros aprenderán de nuestros errores sin haberlos vivido, el reclamar, señalar y juzgar, creyendo que así nos harán caso, obviando que nosotros pasamos por las mismas circunstancias, de paso nos creemos perfectos  y nos portamos intolerantes.

Somos como ese padre adicto al cigarrillo que reprende al hijo porque este también fuma.

¿CON QUE MORALLLLLLLL?... ¡por Dios!

Con que moral juzgamos si somos iguales o peor de imperfectos, definitivamente es la intolerancia y ausencia de cultura  lo que va a terminar con nuestras vidas.

No podemos exigir aquello que no tenemos o no sabemos dar. ¿Cómo se nos ocurre pedir amor, si ni siquiera sabemos amar? 

Definitivamente, no podemos pedir lo que no poseemos, no podemos exigir el cumplimiento de normas que nosotros “literalmente” pisoteamos. 

Debemos tomar conciencia y auto-exigirnos el doble de lo que vayamos a exigir a otros. 

Trabajar arduamente en nosotros para así ser  un verdadero modelo a seguir, de eso se trata.

jueves, 10 de octubre de 2013

Concupiscencia de amor



¿Es necesario amar para poder  vivir? ¿Cómo influye en la sociedad? ¿Es una fuerza sobrenatural?

A tales preguntas se responde que efectivamente nadie en este mundo puede vivir sin amar. Si ignoramos la existencia de tan maravilloso sentimiento vivir carecería de sentido, es que el amor realmente es la fuerza que mueve al mundo. Triunfaremos en la vida solo si somos capaces de ponerle concupiscencia de amor a todo lo que realicemos o queramos. 

Aunque parezca una utopía, imagina por momentos el mas puro y simple hecho de hacerle honor a la filantropía, amando como nos lo pide Dios ¨al prójimo como a nosotros mismos¨, cambiaríamos radicalmente a la sociedad. Amando a nuestra familia y demás seres queridos, amando nuestra profesión y todo lo que hacemos día a adía... ¿suena esplendido verdad?
Pero para que todo esto suceda, debemos amarnos primero a nosotros mismos. Es que si no nos amamos no pudiésemos amar a los demás, no podemos dar lo que no tenemos.

¿Y qué sucede cuando llega ese ser especial?
Cuando nos llega esa ¨media naranja¨, el futuro se nos pone de cabeza, pues esa persona nos provoca sonrisas, suspiros y deseos, nos cambia los planes, nos acostumbra a su mirar y hasta a su respirar, es ahí cuando nos damos cuenta que estamos enamorados, ya que surgen sentimientos y deseos desenfrenados.

¡Vaya que somos idiotas cuando nos enamoramos!... Es que cuando nos llega ese ser digno de nuestro amor, respeto y admiración a máximos niveles, podemos dar fe de que estamos en una concupiscencia de amor.

Se nos desarrollan cualidades que nunca antes imaginamos poseer, nos volvemos poetas, cantantes, escritores… y aquí estoy como ejemplo vivido.

Cuan fascinante es amar, amar de verdad, sin mentiras, sin clandestinidad, sin frenos. Amar con todo el sentido de la palabra, simplemente… AMAR.

Y no es que haya cometido muletilla en el párrafo anterior es que simplemente quiero que te quede muy claro que AMAR es indispensable. 

¡AMA!, atrévete a que te llamen loco por sonreír solo pero con maravillosos motivos, atrévete a manifestar la espléndida concupiscencia de amor.