Cada día trae consigo una verdadera
hazaña, un nuevo aprendizaje, todo pasa de manera causal y nosotros vamos por
ahí sin disfrutarlo como se merece, con una peculiar manía de querer encontrarle
el por qué a todo lo que nos pasa.
Vivimos
desaprovechando la magia de un momento tan solo por la terquedad de buscar explicaciones
innecesarias.
Vamos
por ahí desconociendo que mientras improvisamos en este arte que es vivir; ganamos o aprendemos pero
jamás perdemos.
Conocemos
personas que tal vez no nos hagan del todo felices, pero si más sabios, otras
mientras tanto con tan solo mirarnos nos erizan la piel. Por ambas, deberíamos
estar eternamente agradecidos.
Desconocemos
que los momentos amargos son sumamente necesarios para saber degustar los
placeres dulces de esta vida.
Ignoramos
las palabras que salen de los labios de un anciano, cuanta sabiduría dejamos
perder cuando no sabemos escucharlos.
Vamos
por ahí tumbándonos años de vida, cuando deberíamos estar orgullosos de que los
mismos no han pasado en vano, y son testigos de nuestras experiencias.
Nos
levantamos cada mañana olvidando agradecer por el más simple hecho de haber
amanecido con vida, hay de quienes ya no están aquí para contarla.
Por
cada percance que nos sucede, nos quejamos un sinfín de veces, ignorando las maravillas
que hay en cada detalle.
Soñamos
y soñamos sin comenzar a trabajar en pro de la materialización de nuestros
sueños, creyendo que el éxito nos caerá un buen día del cielo.
Prescindimos que la vida no nos cambia, somos nosotros quienes
cambiamos con ella.
Y aquí atando cabos… concluyo que no sabemos vivir, vamos por ahí
improvisando.