Sí que es un gran maestro, nos enseña el camino a donde ir
en busca de Dios, no nos da batalla sin armas y nunca perdemos la guerra porque
mediante derrotas aprendemos nuevas lecciones.
Nos escucha detenidamente y cuando decide por nosotros es
porque sus planes son mejores que los nuestros.
Siempre nos perdona sin rencor alguno, porque somos sus
hermanos, hijos de un solo Dios.
Se adapta a nuestro lento caminar y gradual aprendizaje.
Es el más paciente de los hombres, pues tiene que lidiar con
nuestra terquedad.
Cuando nos entregamos a él, formatea nuestras vidas de una
manera increíble.
Poniendo nuestra confianza en él nada pero absolutamente
nada de lo que nos suceda será para mal.
Sufriendo y cayendo mil veces su mano hemos sentido, sin él
no podemos vivir, es tan indispensable como el oxígeno mismo.
Es un ser tan admirable que llegó al grado de dar su vida
por nosotros, y que mejor manera de agradecer sino es seguirlo y alabarlo y
darle mil gracias a Dios por haberlo enviado para nuestra salvación.
Me enorgullece el puro hecho de que él sea UN GRAN MAESTRO
sin siquiera haber pisado una universidad, pero tiene el grado más alto de
sabiduría. Y cómo no... Si es que tiene la dicha de poseer los dones del
Espíritu Santo en su totalidad.
Exaltado sea por siempre
Jesús que sin él te aseguro que nos perderíamos.
Estas líneas son demasiado cortas para rendirle tributos,
pero hoy tuve el deseo de dedicarle este espacio al hijo de nuestro creador.
Te amo Jesús, en ti confío. Gran maestro, señor de señores.